La recomendación de hoy trata de una historia de amor que cualquiera
de nosotros quisiera vivir.
Este libro es en realidad una larga carta que el filósofo
André Gorz le escribe a su esposa Dorine
después de descubrir que ella estaba enferma de cáncer, y un año antes de
suicidarse junto con ella. "No
quiero asistir a tu incineración; no quiero recibir un frasco con tus cenizas…
A ninguno de los dos nos gustaría tener que sobrevivir a la muerte del otro. A
menudo nos hemos dicho que, en el caso de tener una segunda vida, nos gustaría
pasarla juntos".
Su historia juntos comienza el 23 de Octubre de 1947. Ella británica
y él austriaco, parecía que no tenían absolutamente nada en común, sobre todo a
ojos de los demás, ya que tomaban mucho en cuenta el hecho de que él carecía de dinero.
Ella solía llamar la atención de todos los hombres, y nadie
creía que ella había elegido a un judío austriaco sin dinero para compartir su
vida. Había veces en los que él no se creía suficiente para ella, ya que ella
era invencible, capaz de sobrellevar cualquier situación y de encontrarle el
lado cómico a las cosas; en palabras de él: “Eras la roca firme sobre la que
podía edificarse nuestra relación.”
Ella siempre estuvo ahí para él, cuando él dudó acerca del
matrimonio ella le dijo: “«Si te unes con alguien para toda la vida, ambos
ponéis vuestra vida en común y evitáis hacer lo que pueda dividir o contrariar
vuestra unión. La construcción de tu pareja es tu proyecto común, nunca
acabarás de confirmarlo, de adaptarlo y de reorientarlo en función de las
situaciones cambiantes. Nosotros seremos lo que hagamos juntos.”
Se casaron el otoño de 1949. Por esta época, André pierde su trabajo, es ahí cuando se da cuenta en realidad que parte juega Dorine en la relación; ella se las ingenia para conseguir trabajo y poder mantenerse, mientras que André se sume en una depresión terrible, tal era su depresión que duró tres días sin dirigirle una palabra a ella. “La penuria te daba alas. A mí, en cambio, me sumía en la depresión… nunca te expliqué las razones de mi humor sombrío. Habría sentido vergüenza. Admiraba tu seguridad, tu confianza en el futuro, tu capacidad para disfrutar momentos de felicidad que se ofrecían… Para mí, las penalidades tenían un rostro angustioso.”
Se casaron el otoño de 1949. Por esta época, André pierde su trabajo, es ahí cuando se da cuenta en realidad que parte juega Dorine en la relación; ella se las ingenia para conseguir trabajo y poder mantenerse, mientras que André se sume en una depresión terrible, tal era su depresión que duró tres días sin dirigirle una palabra a ella. “La penuria te daba alas. A mí, en cambio, me sumía en la depresión… nunca te expliqué las razones de mi humor sombrío. Habría sentido vergüenza. Admiraba tu seguridad, tu confianza en el futuro, tu capacidad para disfrutar momentos de felicidad que se ofrecían… Para mí, las penalidades tenían un rostro angustioso.”
Ya después, al encontrar trabajo en un periódico vespertino,
el Paris-Presse, todo fue mejor para ellos.
Dorine jamás lo abandonó, ella le ayudaba a clasificar artículos, historias, entre otras cosas en su trabajo. Gracias a esto, André, más adelante, pudo obtener un empleo mejor. Ellos eran inseparables, tanto que hasta los jefes de André sabían que sin ella en la oficina, el no podría trabajar tan bien.
Dorine jamás lo abandonó, ella le ayudaba a clasificar artículos, historias, entre otras cosas en su trabajo. Gracias a esto, André, más adelante, pudo obtener un empleo mejor. Ellos eran inseparables, tanto que hasta los jefes de André sabían que sin ella en la oficina, el no podría trabajar tan bien.
Después de saber de la enfermedad de su esposa, André describe a una mujer
increíble, que jamás se dio por vencida, y que decidió ignorar los medicamentos
y se enfocó en el yoga y medicina alternativa para combatir el cáncer.
Quisiera poder contarles el libro entero y compartirles
todas estas líneas que lograron conmoverme, pero no puedo, simplemente puedo
decirles que deben de leerlo. Es la clase de amor que cualquiera desea. Jamás
se abandonaron y se apoyaron absolutamente en todo.
Les dejo un pequeño extracto:
“Acabas de cumplir ochenta y dos años. Has encogido seis
centímetros, no pesas más de cuarenta y cinco kilos y sigues siendo bella,
elegante y deseable. Hace cincuenta y ocho años que vivimos juntos y te amo más
que nunca. De nuevo siento en mi pecho un vacío devorador que sólo colma el
calor de tu cuerpo abrazado al mío.
Tengo que repetirte con sencillez estas pequeñas cosas antes
de abordar los problemas que desde hace poco me atormentan. ¿Por qué estás tan
poco presente en lo que he escrito si nuestra unión ha sido lo más importante
de mi vida?...Necesito reconstruir la historia de nuestro amor para captar todo
su sentido. Gracias a ella, somos lo que somos, uno por el otro y uno para el
otro. Te escribo para comprender lo que he vivido, lo que hemos vivido juntos.”
André Gorz
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