miércoles, 7 de agosto de 2013

Fantasmas del pasado

    
     Llegué a su territorio (sí, su territorio). Y, a pesar de que las probabilidades de que él estuviera ahí fueran pocas (casi nulas), mi mirada lo buscaba por todos lados; por todos lados, en todas las personas.

     El coche avanzaba y yo intentaba cubrirlo todo con mi mirada, lo buscaba, no podía evitarlo. “Ese es demasiado delgado… el de allá es demasiado alto, y ese no tiene su peinado”, pensaba.
  
     Después de poco tiempo me pregunté si sería capaz de reconocerlo, si se vería igual que la última vez que lo vi, quizá había cambiado mucho; además, qué me aseguraba que iría a pie, tal vez ya sólo se movía en coche… ¿tendría el mismo coche?  ¿Y qué si lo veía con alguien más? ¿Qué sentiría si lo viera con alguien más?...

     Fui al centro de la ciudad (que, para mí, no es más que un pueblito en crecimiento), miraba sin querer dentro de todos los establecimientos que pasaba al caminar, e intentaba imaginar qué lugares visitaría en su tiempo libre: “tal vez aquel bar, o aquel restaurante”.

       En cuanto compré lo que necesitaba regresé al hotel, y, a mitad del camino, me convencí de que era inútil seguir buscándolo, probablemente no podría reconocerlo ya, además, aunque pudiese, ¿de qué serviría? ¿Qué haría? Obviamente de nada serviría encontrarlo, ya que no lo abordaría, no le diría nada, tendría que conformarme con mirarlo a la distancia.

     Esa noche no pude dormir, no sé si era porque me encontraba ahí o porque el colchón era un tanto incómodo, el caso es que no pude dormir.
  
     En el desayuno me sentía más tranquila hasta que, involuntariamente, él surgió en el tema de conversación mientras pinchaba con mi tenedor un trozo de hot cake. La plática terminó, pero solté un último comentario, y fue con ese último comentario que me di cuenta de que no lo he olvidado. Pero, ¿cómo olvidar?… el olvido no llega fácil.

“Todos lo reconocen ahora: el olvido no existe…”  Más allá del Jardín. Antonio Gala.

     Ya lo veía pasar en un autobús (creí haber visto su rostro), ya lo veía pasar en una camioneta (creí haber visto su mirada)…

     Dicen que hay gente que se aferra a sus muertos, pues bueno, creo que algunas personas se aferran a los fantasmas del pasado y, me temo, que pertenezco a ese último grupo.

     Pero (¡al fin!) he abierto los ojos... Fue suficiente de comparaciones y suspiros.
Liz L.S.

“¿Coincidirá la felicidad con el amor? Son paisajes distintos: se rozan a veces, como se rozan otras emociones, pero pocas cosas pueden hacernos más infelices que el amor. Lo que sucede es que, cuando él desaparece… el vacío que deja nos mueve a la añoranza; a engañarnos creyendo que tuvimos no sólo más de lo que ahora tenemos, sino más incluso de lo que tuvimos. El corazón, ocupado en amar, no analizaba: vivió a ciegas su pasión, su henchido gozo y su desdicha exagerada; vivió su intensidad.” 


Soledad Sonora. Antonio Gala.

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